martes, 31 de julio de 2012

La Angustia








































El silencio del genocidio fue roto por murmullos y rudios, provenientes de muchos lugares. Sólo entonces empezaron a ver cómo algunos cuerpos se movían, algunos quitándose los cuerpos sin vida de encima, otros saliendo de improvisados escondrijos en los que milagrosamente habían encontrado la salvación.

Algunos magos también se habían salvado, y curaban como podían las heridas más superficiales, preparandoles para una estancia en un buen hospital, desde donde habían acudido aquellos que no habían participado en la súbita guerra, prestando su ayuda y evacuando en camillas a los heridos.

Los magos más valientes rebuscaban entre los escombros y los cuerpos a aquellos mortífagos que quedasen aún con vida, agrupando a los pocos que quedaban en un selecto grupo, a los que se les aplicó la máxima sentencia en Azkaban ; murieron tras una larga agonía, devorados por los dementotes.

Tras aquello, Lupin se llevó consigo a Hermione, destrozada y con los nervios crispados, ofreciéndole un hogar donde descansar y superar los trágicos hechos.

Y ella sólo pensaba en cerrar los ojos y sumergirse en la oscuridad, dejando atrás la realidad.

Durmió durante dos días seguidos, murmurando frases inconexas entre sueños, y en ocasiones aullando con horror, ocasión en la que Lupin mitigaba su terror con un leve toque en las sienes ; acudía a su lado en cualquier momento del día o la noche, y la trató con mucha ternura, aunque ella no se había dado cuenta hasta ahora de su amabilidad, y de lo mucho que lo echaba de menos. Se había acostumbrado a su voz suave y melodiosa, a su preocupación por ella y a su carácter afable, y le remordía la conciencia el no haberse dado cuenta hasta ese momento.

No sabía cuánto tiempo había pasado con él, ni siquiera llevaba la cuenta de los días o las semanas, que pasaban a toda velocidad.

Lupin se había encargado de comunicarse con sus padres muggles, y decirles que ella se encontraba bien ; le costó un poco convencerles que la dejaran quedarse con él, pero estratégicamente les sirvió en bandeja alguna excusa que no pudieron eludir.

Así pues, el profesor se encargaba de todo, y ella no debía hacer nada, sólo reposar e intentar olvidar, cosa harto difícil, pues las imágenes de las muertes, los alaridos que resonaban en su cabeza por las noches cuando cerraba los ojos para intentar dormir, la soledad que llenaba su corazón.... la acompañaban durante esos aciagos días, en los que se sentaba frente a la ventana de su habitación, observando el pasar del tiempo, como una muñeca de porcelana, con la mirada fija y sin vida.

Empezó a sentirse presionada, encerrada en una casa que ni siquiera era la suya, junto a un hombre extraño que sólo sabía complacerla y tratarla como a una muñequita susceptible de romperse con cualquier roce, como si fuera de cristal.

Y una noche en la que estaba especialmente sensible y agobiada, estalló, gritándole y diciéndole cosas realmente hirientes ; se preguntaba cómo estaría él ahora, o cómo se sintió en aquel momento, pues ella salió disparada de la casa, sin nada más que lo que llevaba puesto.

Por supuesto que él salió corriendo tras ella, pero en aquel momento el mismo autobús nocturno que se apareció a Harry, salió de la nada, y subió sin mirar atrás, dejando a Lupin sólo en la fría noche, mirando cómo se escapaba ella en aquel monstruoso transporte mágico.

No recordaba muy bien cómo ni cuanto tiempo había pasado, pero se encontró de pronto frente a su casa ; el conductor había adivinado sin que ella le dijese nada su deseo más profundo, el regresar con su familia y encerrarse en su habitación, aspirando el agradable aroma con el que había crecido.

La sorpresa de sus padres fue mayúscula cuando la vieron entrar por la puerta, sin saludarles siquiera, sólo les miraba con ojos cansados, y cayó redonda en cuanto traspasó el umbral.

Desde aquellos días había pasado ya un mes, y ella estaba algo mejor, aunque las pesadillas eran recurrentes y la pena aún seguía carcomiéndola. Muchas veces había pensado en Lupin, cuando pasaron algunos días se dio cuenta de que no era lo mismo sin él, que compartía un espacio cada vez más notable en su cabeza y, tal vez, en su corazón.

Se sentía avergonzada, pero decidió escribirle, para excusarse humildemente y saber de él, pero ni siquiera le había contestado, ni la primera vez, en la que pensó que tal vez su lechuza se perdió o no fue capaz d encontrarle, ni la segunda vez, en la que siguió intentando convencerse de que tenía mala fortuna, ni la tercera y cuarta vez, en la que suponía que él no quería responderla. O que quizás se había marchado, eran tantas las opciones...

Una desazón la poseyó cuando pensó en que le podría haber pasado algo peor, o en que quizás estaba tan enfadado y dolido con ella que no quería saber nada más.

"¿Realmente es por mi culpa? ¿Estará enfadado conmigo?... Me siento tan triste y asustada..." – pensaba para sus adentros, mientras en su cara se dibujaba una mueca de tristeza y los ojos se le empañaban por las pocas lágrimas que empezaban a surgir....

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