Hermione observaba tras el cristal de un enorme ventanal. Al otro lado, Harry hablaba animadamente con su padrino Sirius del gran paso que iba a dar.
En sus ojos brillaba el deseo y la felicidad, y su rostro amable lucía una exagerada sonrisa.
La joven, en cambio, sentía que el mundo giraba y giraba a su alrededor, y no la dejaba apearse en algún lugar apartado y tranquilo ; sinó que la obligaba a vivir y sufrir toda aquella precipitación.
Quería escapar, pero tampoco quería quedarse escondida en cualquier sitio mientras ella se lo llevaba.
Aquellaera la última semana en la que Harry iba a seguir siendo el mismo irresponsable y cabeza loca de siempre.
En cinco días, sólo cinco, él uniría su destino a otra mujer, y no iba a ser ella.
Llorosa,apartó la vista del ventanal y se apoyó en el cristal, llevándose el pulgar a los ojos y, enjugándose las lágrimas que sobresalían, apretó los dientes, deseando poder ofrecerle una franca sonrisa al muchacho.
La puerta se abrió con un crujido, y los dos hombres entraron entre risas y tropiezos, haciéndose bromas y confesándose murmullos.
Hermione sintió un pinchazo en el corazón al verle entrar, despeinado y con el cuello de la camisa desabrochado descuidadamente, pero no dejó que surostro se alterase, sonrió y se dirigió hacia un sillón para sentarse, justo al lado del sofá donde ellos se dirigían.
Jajajaja! Madre mía, menudo sobrino tengo! - exclamaba Sirius;
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