martes, 31 de julio de 2012

Su historia


































Se respaldó en el banco, tirando con cuidado de la tela de tafetán roja, para descubrir algo parecido a un pergamino, que cogió con precaución.

Dejó la cajita a su lado, y desplegó aquello, descubriendo una fotografía de Lupin, que parecía reciente.

Las lágrimas seguían cayendo lentamente por sus mejillas ; entornó los ojos para provocar que cayeran las que le quedaban, para poder ver mejor la imagen.

Se distinguía a Lupin, vistiendo su usual capa raída, unos guantes con los dedos cortados y una bufanda de Gryffindor, que le hizo sonreír.

La imagen se movía a cámara lenta, y Lupin la miró fijamente, con aquellos ojos que tanto añoraba contemplar, sus labios dejaban escapar un murmullo casi inaudible, y le dedicaba una sonrisa, mientras le ofrecía un ramo de rosas rojas que llevaba escondido a sus espaldas, que al principio eran tan sólo unos capullos cerrados y pequeños, pero que en cuestión de segundos se abrían completamente, dejando ver todo su esplendor.

Una sonrisa triste se dibujó en el rostro del hombre, mirándola con un extraño temor en los ojos vidriosos, y la escena se esfumó tras una cortina de humo, para volver a empezar otra vez desde el principio.

Hermione se quedó muda mirando aquella foto, y siguió contemplándola durante un rato, intentando escuchar el murmullo de Lupin, sin entender apenas lo que decía.

Sabía que la magia estaba prohibida, siempre lo recordaba, pero después de lo que había pasado, pensó que demasiado preocupados estarían por recomponer el mundo mágico como para perseguirla y castigarla por hacer algo de magia, así que pensó por un momento, rebuscando en su memoria algo que pudiera ayudarla a potenciar aquella imagen y poder escuchar por fín lo que él decía.

Tenía la sensación de que se lo estaba diciendo directamente a ella, y no podía sacárselo de la cabeza, quería asegurarse de no estar loca y de que lo que sospechaba era cierto.

Se sacó la varita de debajo del suéter, donde siempre la llevaba camuflada ; en un caso necesario podría recurrir a ella con presteza, y murmuró un hechizo con el que esperaba descubrir lo que se le escondía a sus oídos y a su vista.

La imagen volvió a desandar lo que había había visto ya unas cuantas veces, y el ruido de fondo se escuchó claramente. Una melodía dulce sonaba en un viejo gramófono muggle, y el roce de la ropa de Lupin dejaba adivinar que se movía inquieto. Respiró hondo mientras giraba lentamente la cabeza, y al clavar la vista al frente, murmuró algo que ahora se escuchó perfectamente.

– Hermione... – respiró conteniendo el aliento, y al expulsarlo de una sola vez, volvió a hablar – ...Te amo... – al decir eso, descubrió el ramo que escondía tras la espalda, y mirándola con ojos de carnero degollado, le pidió en tono desesperado algo que hizo que su corazón le diese un vuelco.

– Cásate conmigo. Sé mía, quédate a mi lado... Te necesito.. Te quiero.... – la voz se le quebró, y la imagen se oscureció, llevándose aquella imagen al recuerdo.

Hermione temblaba, sosteniendo la foto y con los ojos abiertos de par en par. ¿Cómo había sucedido? ¿Cómo había sido tan estúpida, tan insensible de no entender? Jamás había sospechado nada, y ahora le carcomía la sensación de haberlo perdido todo y de haberse quedado sin vida.

Enterró la cabeza entre su pecho, llorando desconsolada, y en un murmullo respondió a su propuesta, como si él la pudiera escuchar en cualquier rincón donde estuviese...

– Sí... sí... sí que quiero... ¡¡¡¡Ven a buscarme!!!! –

Los recuerdos de Ron y de lo que sentía por él se mezclaban ahora con lo que sentía ahora por Lupin. Se avergonzaba de haber relegado a Ron a un segundo plano, cuando lo había querido muchísimo, pero al parecer aún podía amar de nuevo, y más intensamente como podía comprobar.

– Ron, ¡¡lo siento!! Allá donde estés, nos encontraremos cuando yo muera, y podremos seguir viviendo nuestra historia... Pero yo sigo viva, y es sencillo : los sentimientos cambian... – suspiró largamente, cerrando los ojos con fuerza para retener las lágrimas que escocían sus ojos. – No te enfades.. Te sigo guardando muy dentro de mí... –

Plegó la fotografía otra vez, y al querer devolverla a su escondrijo, se asustó, al comprobar que en la pequeña caja había un nuevo objeto.

Un anillo reluciente, plateado, con un cristal en forma de lágrima engarzado, que tenía un ínfimo pétalo de rosa bermellón en su interior, y en el que, a la luz de la luna, vió que algo estaba grabado.

– ¿Magia? – quería pensar que aquello venía ligado a lo que había visto, tal vez al descubrir la foto fuera mostrado el anillo, pero... sería demasiado estúpida si lo creyera así. – ¿¿Remus?? ¿¿Estás aquí?? – no se dió cuenta de que había perdido ya la forma tan formal de llamarle ; siempre por su apellido, resultaba frío, pero no podía acostumbrarse a tratarle con tanta familiaridad....

Ahora, tenía tal desazón en su interior que lo llamaba buscándole alrededor, sabiendo a ciencia cierta que debería estar allí, junto a ella.

– Remus, por favor, muéstrate – suplicó sollozando – Quiero verte.... No niegues que estás aquí, NOTO tu presencia, ¡¡¡¡sé que me estás viendo!!!! –

Su voz, truncada por el nerviosismo, sonó como un gorgojeo tembloroso, y calló, tragando saliva y respirando rápidamente.

Sus oídos se agudizaron, escuchando el roce contra la hierba de algo que se acercaba hacia donde estaba ella, que se asustó. Escuchaba atentamente mientras se agarraba del cuello del abrigo con ansia y miraba fíjamente ante ella, logrando distinguir una figura que se iba dibujando a medida que se acercaba lentamente hacia su posición.

La luna iluminaba pequeños pedazos de aquella loma, dejando ciertas partes en penumbra y otras donde la claridad alumbraba tenuemente, y fué en uno de aquellos lapsus donde ella vió, con un gritito de sorpresa, quién era.

La luz le alumbró de lleno, dibujando aquella cara que tanto conocía ; sus ojos castaños brillaban intensamente, y la sonrisa de su rostro era tímida y franca ; y le arrebató el corazón. Sin esperar a que acabase de subir la pendiente, se abalanzó sobre él, abrazándole con fuerza y enterrando sus rizos en su pecho, mientras lloraba convulsivamente.

– Reeeeemuuus... – su voz entrecortada llegaba tenuemente desde su escondrijo, ahora se mezclaba la tristeza con la felicidad y el miedo, que por partes iguales recorrían su cuerpo, atravesándola como si fuesen alfileres.

El hombre permaneció allí, de pie, sin atreverse a mover ni un sólo músculo, experimentando distintas sensaciones al sentir el joven cuerpo de la muchacha que lo abrazaba con tanta ansia.

El rubor tiñó sus mejillas ; y se sorprendió al sentirse como un adolescente, pero aquella mujer, que no niña, lo había hechizado, y ahora, tras tanto tiempo esperando por ella, la tenía entre sus brazos.

Era desesperante comprobar que lo que tanto le había costado ocultar durante aquel tiempo, se desmoronaba en un segundo; todo el esfuerzo que le había supuesto obligarse a no pensar en ella o en no correr en su búsqueda era ahora superado con creces por le creciente amor que se filtraba por cada poro de su piel, hasta que la rodeó en un abrazo tenso.

Hermione buscó con la mirada la del lupino, que enseguida la contestó con una afable sonrisa ; ella se puso de puntillas y le besó suavemente, cruzando los dedos para que él no la rechazara.

Remus, que por un momento se había quedado en blanco, la atrajo hacia sí, abrazándola con ternura, devolviéndole el beso dulcemente, mientras los copos de nieve seguían deslizándose sobre sus cuerpos, alfombrando el suelo por donde pisaban.

Y durante toda aquella noche se perdieron en sus besos y susurros de amor, como tantas otras noches que vinieron después ; hasta que culminó en una ceremonia al estilo muggle, donde sus vidas quedaron unidas y selladas para toda la eternidad.

La celebración fué tal y como había ellos habían imaginado ; muy hermosa y radiante. Todos los amigos que habían sobrevivido y que ahora eran como una enorme familia muy unida, asistieron al enlace, con grandes sonrisas y paz en sus ojos. Sus padres, llorando al ver cómo su pequeña hija se iba con otro hombre, intentaban sonreír sin parecer demasiado paternales, prometiéndose estar siempre a su lado, y murmurando entre ellos frases de amor, renovando sus votos con cariño.

Mientras, el aire, plagado de pétalos blanquecinos, se encargaba de hacerlos volar alrededor de la pareja, convirtiendo aquel lugar en una preciosa alfombra donde dos pequeños gemelos correteaban jugueteando a tirarse por el suelo y a llenarse de pétalos, que transformaban en un plis plas en palomas y mariposas con un leve gesto de la mano o un murmullo.

– Mamáaaaaaaaaaaaaaaa – gritó la niña, corriendo a agarrarse del vestido de la novia, que la miró con cariño, aupándola y abrazándola con amor.

Remus la besó en los labios suavemente, mirándola con gran amor, con la felicidad exhultante en los ojos, sabiendo lo feliz que era junto a una mujer maravillosa que le había dado dos lindos hijos, y que por fín había hecho suya.

Le pasó el brazo por la cintura mientras reía con ganas de las locuras que su hijo hacía, jugando con Tonks, que, aunque en ocasiones le miraba con ojos tristes, regalaba a su "sobrinito" una franca sonrisa, y le mostraba cuánto podía hacer con su poder.

Remus sonrió complacido para sus adentros, pensando que jamás nada iba a destrozar aquella felicidad completa.

Pero, quién sabe lo que el destino guarda entre sus cartas...

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