miércoles, 1 de agosto de 2012

Amore Mío 7



Así pues, una hora después Makino ya estaba en la gran mansión Dômyoji, abrazada con mimo por el chico, que se había acostado en la misma cama, planeaba no dejarla sola ni un minuto.

Por fortuna, su madre se había largado tan buen puento creyó que por el momento aquella niñata no les molestaría, así que no tenía que molestarse en pensar cómo eludir cualquier ataque.

Acomodó la cabeza de SU Makino sobre su pecho, y la abrazó tan fuerte como pudo, cerrando los ojos y aspirando el débil aroma a almendras que exhudaba la chica.

- Uffff... Pero, ¿En qué estás pensando? - una voz en su cabeza lo reprendió.

Apretó los ojos e intentó concentrarse en algún sonido que viniera del exterior, mientras notaba cómo su cuerpo se despertaba por su cuenta, la proximidad de la fémina alborotaba sus pasiones.

- ¡Táctica de distracción! - musitó para sí mismo, recreando ante sí a una Kaede desnuda - Aaaaajjjjj... - hizo una mueca de asco, pero al momento la imagen de su amada Makino se superpuso a aquella tan grotesca, desbaratanto todo lo que había conseguido hasta el momento.

Se negaba a dejarla sola, su tozudez ganaba a sus impulsos más primitivos... agotandole en su batalla interna.

- Me... me muerooo... - gruñó, deseando poder comportarse como un animal irracional.

Y por fín, muy entrada la noche, se durmió, iracundo pero satisfecho de no haber caído en la tentación de hacer suya a la mujer que dormitaba a su lado.

Se despertó con el trinar de unos cuantos pájaros, que tenían por mala costumbre canturrear a una hora demasiado temprana.

- ¡SSSSHHHH! ¿Quereis callaros, malditos engendros del diablo? ¡Como os pille, me preparo un estofado con vosotros y se lo doy de comer a los sirvientes! - amenazó en un gruñido, somnoliento.

Arrastró el brazo por el colchón, pero en vez de devolverle la calidez de un cuerpo, sólo recibió a cambio el tacto sedoso pero frío de las sábanas ; se levantó de golpe, barriendo la habitación con la mirada, mas ella no estaba allí.

- ¡MAKINO! - gritó, asustado, y se puso en pie de un salto, corriendo hacia la puerta y casi estrellandose contra ella al tropezar con algo.

¡TROMP!

Un fuerte golpe retumbó en la habitación, y Dômyoji apareció en el suelo, rabioso y dispuesto a morder cualquier cosa.

- Pero, ¿qué cojo...? - el improperio murió en su garganta, reemplazado por un bufido.

- ¿Qué estás haciendo aquí? - se abalanzó sobre el cuerpo que, hecho un ovillo, le había hecho zozobrar y caer.

- ¡Jaaajajajajajajaaa! - la chica rió de buena gana, a pesar de la cara de espanto y enfado del chico - ¡Qué gracioso estás! ¡Mira ésta vena, casi se te sale! - señaló a su frente, donde latía una vena que casi acojonaba...

- No me hace puta gracia - dió un fuerte puñetazo al suelo de mármol, quedando a pocos milímetros de la cabeza de la chica.

Se puso sobre ella sin atinar que tal vez ella no estuviera preparada para revivir esa sensación de debilidad, y apoyó su otra mano en el suelo, atrapándola.

Inconscientemente, Makino quiso apartarle, empujando su pecho como si así pudiera sacárselo de encima ; estaba asustada, recordando la salvajada de la noche anterior.

Se removió bajo aquél cuerpo fuerte y musculoso, y se odió a sí misma por querer que él sí le hiciera lo que aquellos engendros no acabaron...

Amore mío 8


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