miércoles, 1 de agosto de 2012

Amore mío 8


























Un taconeo rápido se aproximó a la habitación, y, sin previo aviso, abrieron la puerta de golpe, con el consiguiente sobresalto para los dos.

- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH! ¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO, ESTÚPIDO! - Tsubaki se echó encima de su hermano, mordiendole la oreja mientras le daba de collejas. - Pero, ¿no ves cómo está Tsukushi? ¡Está MUERTA de MIEDO! ¡Desgraciado, vete a satisfacer tus bajos instintos con tu amiga la mano, animal ! - sin cortarse un pelo, le pegó una patada en el trasero que lo estampó contra el suelo, y aprovechó para coger de la mano a Makino y sacarla de una imaginaria sala de torturas.

- Aaaaaaaaahhhhh... siempre igual... - suspiró Tsukushi, riendose por lo bajini de cómo les había interrumpido Tsubaki, y cómo lo había malinterpretado todo otra vez...

Se dejó llevar por Tsubaki, que tiraba de ella como si se tratase de un peluche, y, al llegar a lo que la mujer evaluó como una distancia prudencial, pararon en seco.

- ¡Perdona a mi hermano, Mukuchino! - exclamó Tsubaki

- Es Makino... - susurró Tsukushi, recordando cómo solía equivocarse al mentarla.

- ¡Eso mismo! ... Bueno, disculpa al animal de mi hermano, que sólo sabe ser bruto, el pobre...

- Oh, no, ¡no! - interpuso las manos graciosamente entre ellas dos, gesticulando - ¡Que no ha pasado nada!

Además, ¡ha sido culpa mía!

Otra vez el rubor escandalizó a sus mejillas, aún sintiendo palpitar el ansia que la estaba carcomiendo.

- Bueno... tú me estás vacilando, ¿no? - se reprochó a su puñetera voz interior, que la chinchaba con más y más imágenes de un Tsukasa semidesnudo haciendole tropocientas mil cosas.

Avergonzada, bajó la mirada ante aquella espectacular mujer, rezando para que no se diera cuenta de lo que estaba sintiendo.

Tsubaki la cogió de las manos, y, estrechandoselas, le sonrió ampliamente, tratándola casi con un inmenso amor de madre.

- ¿Porqué no vas a ducharte y vestirte? Luego desayunamos y... vamos a pasear, ¿apetece?

Tsukushi asintió, aunque no muy convencida, y entró en la habitación que Tsubaki le señalaba.

Era, como no, enorme, de suelo marmóreo y tan reluciente que podía verse reflejada en él.

- Pero, ¿quien necesita un baño taaaan grande? Si casi está vacío! - su voz reverberó a causa del eco. - Es increíble, la bañera... - miró alrededor intentando encontrarla, dándose cuenta de que no aparecía por ninguna parte.

- Pero... ¿dónde está? Una habitación tan grande para un baño y... ¿no hay ... ? - se quedó callada al ver un botón pequeño en el suelo, a sus pies.

Lo oprimió con la punta del pie, y casi cae de espaldas al ver cómo una maquinaria retraía unos paneles del suelo, dejando a la vista una enorme especie de piscina que cubría casi toda la superficie que había creído desnuda.

- Madre mía... - suspiró, con ganas de huir de allí... pero, cansada, decidió darse un buen baño, a poder ser de agua calentita.. y esperar un poco más.

- No necesito quebrarme más la cabeza... hoy no... -

Se desnudó tranquilamente, plegando la ropa y dejandola en un montoncito, en un lado algo apartado, y estudió cómo hacer que al agua empezara a llenar la superficie marmórea.

Tras unos minutos investigando los extraños paneles y habiendolos tocado todos, consiguió llenarla de agua calentita, con espuma e incluso sales de baño.

Se ayudó de la pequeña escalinata que había, y se dejó caer casi en plancha allí dentro, derritiendose de gustito.

- Ayyyy.. qué bien... - suspiró, cerrando los ojos y preguntandose cómo podía alguien acostumbrarse a algo tan sombrío.

Se dejó llevar por la calidez del momento, e intentó relajarse, aunque su cabeza no cesaba de trabajar.

Ella, Tsukasa, su cara al volverla a ver, la tristeza con la que huyó de allí... los desgraciados aquellos, el olor a hospital y la cara desencajada de aquél chico... todo formaba un inmenso ovillo en su cabeza, del cual no podía desprenderse.

Poco a poco fué quedandose dormida, aún cansada de todo el estrés acumulado, y tuvo sueños oscuros... sueños intranquilos en los que no superaba el reciente ataque... Dômyoji no estaba allí para salvarla.

Amore mío 9


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