miércoles, 1 de agosto de 2012

Un pequeño niño

Su sueño intranquilo le hacía murmurar palabras ininteligibles.

Arropado bajo unas gruesas sábanas, el chico temblaba como si estuviera helado ; a pesar de que aquella noche el calor era sofocante, su cuerpo estaba frío como el hielo.

Birac! - le llamó la mujer, mirándole lastimeramente.

No te preocupes, Sabin, es sólo que está cansado, pero pronto se pondrá mejor... - le respondió su esposo, sentándose a su lado al tiempo que le ponía al chico un paño mojado con agua caliente en la frente.

Se quedaron los dos allí sentados, cogiéndose de la mano y observando al niño, hasta que el sueño les venció.


Sabin se despertó con un sobresalto, y abrió los ojos aún dormidos, intentando enfocar la vista sobre alguna imagen.

Ladeó lentamente la cabeza, ya que tenía la nuca agarrotada a causa de la mala posición en la que había dormido, y se encontró con un par de enormes ojos castaños que la miraban fijamente, enmarcados en un rostro tímidamente sonriente.

Ah! - un pequeño gemido surgió entre sus labios, y sonrió al chico, mientras se ponía de pie y llamaba a su marido nerviosamente, el cual acudió a toda prisa, asustado tal vez por los nervios de la mujer.

Al cruzar el umbral de la habitación, se quedó mirando al niño, que le devolvió una mirada triste pero dulce, y no pudo por menos que acercarse al niño y ofrecerle el mendrugo de pan que había estado a punto de mordisquear minutos antes.

Cómo le vas a dar eso? Deja que yo vaya a buscarle algo de desayuno! - exclamó la mujer, que le dió un beso en la mejilla al hombre y saliño corriendo de la habitación, sonriendo ampliamente.

Su matrimonio no había sido bendecido con un hijo con el que formar una família, y ahora estaba tan emocionada como si el cielo les hubiera echo un gran regalo.

Ya habría tiempo para sentir curiosidad y hacer preguntas ; pensó, y se esmeró en preparar un buen desayuno con un poco de leche, chocolate, azúcar y pan ; lo sirvió todo en una fuente y lo subió a la habitación, donde parecía que el hombre había hecho buenas migas con el niño ; pues reían a mandíbula batiente de alguna broma que a ella se le había escapado.

Esperó tranquila el preguntarle a su marido, y se sentó en el borde de la cama, mirando al niño amorosamente, y hablándole con palabras tranquilas, mientras le ofrecía el alimento, que no se negó en comer ; sinó que se abalanzó con ímpetu a beber de la leche y comer del pan.

Pobrecillo... - Sabin le miró con aprensión, y observó cómo el pequeño, de unos doce años a mucho contar, devoraba la comida. Se preguntó qué le habría sucedido, de dónde vendría... pero también pensó que era mejor no precipitarse ; tal vez el pequeño les dejara tal y como había venido ; y, realmente, no quería eso.

Dejó que se lo terminase todo, y retiró la fuente para dejarla sobre una mesa cercana empotrada en la pared cuando el niño acabó de desayunar.

En pocos segundos, el pequeño bostezó, se dejó caer otra vez sobre el colchón, y volvió a dormirse, con el rostro esta vez más relajado y una sonrisa aflorando en sus labios.

Otra vez durmiendo? - se preguntó Sabin, sin darse cuenta de que lo decía en voz alta.

Suspiró, y salió de la habitación, entrecerrando la puerta para que el niño pudiera dormir sin demasiada molestia, pero que ella pudiera oír cualquier ruido, por si acaso despertara en mitad del sueño.

Bajó las escaleras con rapidez, y salió al porche, iluminado ya por la luz del sol, que nacía en el horizonte, tiñendo el paisaje de un rosado pálido, que se transformaba en un color cada vez más brillante e intenso.

Se sentó en la mecedora, y observó cómo nacía un nuevo día...

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