jueves, 2 de agosto de 2012

Tormenta


Tormenta

Capítulo 3

El aire se colaba suavemente por la habitación, y a la vez, una extraña presencia, que se acercó sin hacer ruido hacia donde estaba Makino, que, ajena a todo, seguía sumida en sus propias lagrimas y pensamientos.

Y allí se erguía él, porque, oh, ¿pensaba que la iba a dejar en su soledad.. y después de recibir un pago tan dulce?….

No, su fuero interno le gritó que aquél era el momento, que no podía dejarla sola, que tenía que amarla… con aún más razones.

Un leve resplandor, seguido de un trueno a lo lejos, presagiaba una tormenta, que enfrentaba en igual proporción a la que se libraba en el interior de Tsukasa… que no podía estar quieto, pero tampoco quería meter la pata.

Se quedó allí por unos segundos, observando con preocupación a la mujer, y preguntándose porqué demonios estaba ante ella sin hacer absolutamente nada.- ¿Acaso NO eres un hombre? ¿Porqué te detienes ahora? - Abrió la boca como para decir algo, al ver a Tsukasa ante ella, pero volvió a cerrarla al darse cuenta de que no tenía nada que decir. No ahora.

Se puso en tensión… cuando él se acercó demasiado a ella.

Abrió los ojos desmesuradamente, y acotó la cabeza, desviando la mirada para no tener que encontrarse con la de él, aunque ya era demasiado tarde… le notaba tan cerca que lo deseaba…

Entrecerró los ojos, tragando saliva y apretando los puños, para intentar sacar fuerzas de flaqueza y echarle de allí.

Por el contrario, Tsukasa seguía acercándose a ella, tentandola levemente, susurrándole palabras que poco a poco fueron sumiendo a la mujer en una espiral de deseos insatisfechos, deseos que mordían su vientre y su piel.

Se dejó llevar, cerrando los ojos al tiempo que notaba cómo Tsukasa posaba sus labios sobre los de ella, tan delicadamente que parecía imposible que fuera el mismo muchacho bruto y descuidado que había conseguido robar su corazón.

Se deleitó con aquél roce, suave, dulce, tierno, que lentamense te volvía más lascivo, y acabó por pasear sus manos por las mejillas y la nuca del chico, que a su vez deslizó sus manos por la cintura de Tsukushi, acariciándola con los dedos de tal forma que parecía temer romperla.

- Te quiero… - Susurraba casi cada tras beso, escuchando a su vez las respuestas de Tsukasa, que eran igual de dulces.

Valía la pena vivir por aquellos momentos, pensó, y se dejó caer sobre la cama, con un suave y ligero movimiento del chico, que sabía muy bien lo que hacía…


Éxtasis

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