Fred escuchaba atentamente a George, que hablaba con toda la calma del mundo, mientras que con el dorso de la mano se tapaba los ojos, tal vez para esconder alguna que otra furtiva lágrima.
Y esque me tiene de los nervios! Esta niña me va a causar un agujero en el estómago, o peor aún, un atontamiento permanente! - dijo George para finalizar.
Fred se reía por lo bajo, sin juzgar a su hermano. Siempre estaría de su parte, y en aquél momento especialmente delicado, no iba a ser menos.
UAAAUUUHHH! Habeis visto el Profeta de hoy? - gritaba Sammy, una chica de Hupplepuff.
Qué es lo que dice? - preguntó Fred con la cara angelical al corrillo que se había formado a pocos metros de ellos.
Brenna, que estaba roja como un tomate, le miró con ojos burlones y le tiró el diario a sus pies.
Fred, con los ojos llorosos de la risa contenida, susurró algo a George, que se puso de pie de un salto, quitándole el profeta de las manos.
UOAH! HA SALIDO BI... - no terminó la frase porque Fred le tapó la boca, sonriendo a las chicas y despidiendose de ellas.
Cuando ya no podían oírles, le regañó en un tono jovial :
Pero hombre! No digas eso, que sino, nos descubrirán!... Menuda bromita, eh? Te imaginas la cara que habrá puesto el narigudo Snape al leerlo? Lástima habernoslo perdido, habría sido apteósico! - y soltaron sendas carcajadas, caminando hacia su sala común, donde el tema de conversación eran los desnudos del profesor.
Creo que hemos sido demasiado generosos con él. Debiste dejarme colocarle un cuerpo más adecuado a él! - se quejó Fred.
Ya, claro, y seguro que aquél cuerpo grande, seboso y fofo que viste habría sido el mejor candidato, a que sí?... Demasiado fácil! No, mejor así, que pasa mejor desapercibido - George observaba las caras de sus compañeros, sobretodo de las chicas, que sonreían pícaramente o eludían el tema avergonzadas.
Nada, nada, me gusta mucho más así, ha perdido toooodaaa su credibilidad... jajaja! - parecía que George estuviera de buen humor, aunque en su interior seguía preocupado y malhumorado.
A lo lejos, en un extremo del pasillo, McGonagall y Dumbledore hablaban animadamente ; McGonagall, siempre de ceño frunido, llevaba en una cesta que levitaba a la altura de los hombros unos cuantos ejemplares del profeta, que ardían en llamaradas azules, y parecía estar inmersa en una discusión - o más bien un monólogo - sobre la clase de castigo que dar a los causantes de todo aquél embrollo.
Era evidente que ya habían averiguado que la tan siempre metomentodo Rita Skeeter no tenía nada que ver con eso.
Y e una verdadera lástima - dijo, suspirando- porque le habría sacado mucho partido a esta historia - tras lo cual, se desvaneció entre los chisporroteos de la hoguera que le había servido de contacto para aparecerse ante Dumbledore.
Minerva, tranquilícese, o se le acentuarán más esas patas de gallo... - comentó sin más Dumbledore, mirando con ojos cansados el largo pasillo de piedra.
McGonagall le fulminó con la mirada al oírle decir aquello sin ningún pudor.
Iba a abrir la boca para replicar, cuando Snape apareció de improviso tras el recodo que habían enfilado.
Su rostro, cetrino, estaba descompuesto de rabia, y las pupilas brillaban con ansias renovadas.
Qué es ESTO? - inquirió, con el Profeta en la mano - QUIERO la cabeza del que haya hecho esto!
Mmmm... - Dumbldore pensó qué le podría decir para tranquilizarle, pero no encontró respuesta satisfactoria, así que se limitó a mirarle con sus ojos azules y achispados, y, suspirando, asintió con la cabeza.
Caaalma, Severus, caalma, que no vean los alumnos que te dejas llevar... no te preocupes, el culpable recibirá su justo castigo. - sentenció, mirando fugazmente a los gemelos, que pasaban de largo y que habían sentido un escalofrío en el espinazo.
Lo sabe. - exclamó Fred.
Seguro... - susurró George, al que no le importaba para nada el castigo que pudieran imponerles.
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