Ginny abrió los ojos, medio dormida.
Se acurrucó un poco más junto al cálido cuerpo que la acompañaba.
Tendidos sobre un mullido colchón escondido en una de tantas habitaciones de las que solían pasar inadvertidas, los dos cuerpos jóvenes habían retozado durante toda la noche, y había llegado un momento en el que, extenuados, habían caído rendidos, abrazándose con ternura.
La pelirroja Griffyndor se irguió un poco, y observó al muchacho, que respiraba acompasadamente, soñando tal vez con aquella primera experiencia, extraña y exuberante.
El pelo rojizo del muchacho se enredaba entre sus dedos, y Ginny sonreía plácidamente al recordar sus labios y su dulzura...
Acomodó su cabeza contra el pecho del durmiente, y respiró hondo, dejándose llenar por el aroma salado y almizclado del chico.
¡¡¡ Se sentía tan bien entre sus brazos !
Ni siquiera se dio cuenta de que el sol empezaba a despuntar, con el consecuente trajín de estudiantes que despertaban de su sueño nocturno, y que empezaban a arreglarse con premura para asistir a las primeras clases sin dilación.
Cerró los ojos, abrazándose más al chico, y, escuchando el ritmo acompasado de sus latidos, volvió a dormirse, con los recuerdos de unos días antes en su memoria.
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